Células procariontes
Introducción
Tómate un momento y mírate a ti
mismo. ¿Cuántos organismos ves? Tu primer pensamiento podría ser: solo uno, tú
mismo. Sin embargo, si pudieras mirar más de cerca la superficie de tu piel o
dentro de tu sistema digestivo, verías que en realidad hay muchos organismos que
viven allí. ¡Así es! ¡Eres el hogar de alrededor de 100100100 billones de
células bacterianas!
Esto significa que tu cuerpo en
realidad es un ecosistema. También quiere decir que tú, en alguna definición de
la palabra tú, constas en realidad de los dos tipos principales de células:
procariontes y eucariontes.
Todas
las células entran en alguna de estas dos grandes categorías. Solo los
organismos unicelulares de los dominios Bacteria y Archaea se clasifican como
procariontes: pro significa antes de,
y karyo, núcleo. Los animales, las plantas, los hongos y
los protistas son todos eucariontes —eu significa
verdadero— y están hechos de células eucariontes. Sin embargo, frecuentemente
se encuentran algunos amigos procariontes rondando por ahí, como en el caso de
los que viven con nosotros los humanos.
Componentes
de las células procariontes
Hay algunos ingredientes esenciales
que una célula necesita para ser una célula, ya sea procariota o eucariota.
Todas las células comparten cuatro componentes fundamentales:
1.
La membrana plasmática,
que es una cubierta externa que separa el interior de la célula de su entorno.
2.
El citoplasma, que se
compone del citosol gelatinoso al interior de la célula y las estructuras
celulares suspendidas en él. En eucariontes, el citoplasma se refiere
específicamente a la región que se encuentra fuera del núcleo, pero dentro de
la membrana plasmática.
3.
El ADN, que es el
material genético de la célula.
4.
Los ribosomas, que son
máquinas moleculares que sintetizan proteínas.
A pesar de estas similitudes, los
procariontes y eucariontes difieren en una cantidad importante de formas.
Un procarionte es un organismo unicelular simple que
carece de un núcleo y de organelos rodeados de membrana. Hablaremos del núcleo
y de los organelos rodeados de membrana en el artículo sobre células
eucariontes, pero por lo pronto lo que hay que tener en cuenta es que las
células procariontes no están divididas internamente por paredes membranosas,
sino consisten de un solo espacio.
La mayor parte del , A, D, N, procarionte se encuentra en una región central de la célula llamada el nucleoide que típicamente se conforma de un gran bucle único conocido como el cromosoma circular. El nucleoide y otras características frecuentemente observadas de los procariontes se muestran en el diagrama siguiente del corte de una bacteria con forma de bastón.
La forma de las bacterias es diversa,
por lo que no todas ellas tendrán las características que se muestran en el
diagrama.
Sin embargo, la mayoría de ellas está
rodeada de una pared celular rígida hecha de peptidoglicano, un
polímero compuesto de carbohidratos enlazados y proteínas pequeñas. La pared celular provee una capa de protección extra,
ayuda a mantener la forma de la célula y evita la deshidratación. Muchas bacterias
tienen también una capa más externa de carbohidratos llamada cápsula. La cápsula es pegajosa y ayuda a que la célula se
adhiera a las superficies de su medio ambiente.
Algunas bacterias también tienen
estructuras especializadas en la superficie celular que les pueden ayudar a
moverse, pegarse a superficies o incluso intercambiar material genético con
otras bacterias. Por ejemplo, los flagelos son
estructuras parecidas a un látigo que funcionan como motores rotatorios para
ayudar a las bacterias a moverse.
Las arqueas también pueden tener la
mayoría de estas características en su superficie celular, pero sus versiones
generalmente son diferentes de aquellas de las bacterias. Por ejemplo, aunque
las arqueas también tienen una pared celular, esta no está compuesta de
peptidoglicanos, aunque sí contiene carbohidratos y proteínas.
Tamaño
celular
Las células procariontes varían de
0.1 a 5.0 micras (μm) en diámetro y son significativamente más pequeñas que las
eucariontes, que generalmente van de 10 a 100 μm.
La siguiente figura muestra en una
escala logarítmica los tamaños de células procariontes o bacterianas, y
eucariontes, vegetales y animales, así como otras moléculas y organismos. Cada
unidad en la escala logarítmica representa un incremento de 10 veces con respecto
a la unidad anterior, por lo que ¡estamos hablando de grandes diferencias en
tamaño!
Gráfico que muestra, en orden, los
tamaños relativos de objetos que van de los átomos a las proteínas, de los
virus a las bacterias, a las células animales, a los huevos de gallina, a los
seres humanos.
Con algunas excepciones fantásticas
(échale un vistazo a las algas unicelulares Caulerpa), las
células deben permanecer bastante pequeñas, sin importar si son procariontes o
eucariontes. ¿Por qué? La respuesta básica es que, conforme las células son más
grandes, les es más difícil intercambiar suficientes nutrientes y desechos con
su entorno. Para entender como funciona esto, veamos la relación entre el área de la superficie y el volumen.
Por lo tanto, a medida que la célula crece, su relación entre el área superficial y el volumen disminuye. Por ejemplo, la célula en forma de cubo que se encuentra a la izquierda tiene un volumen de 1 mm^3 y un área superficial de 6 mm^2, por lo que la relación entre área superficial y volumen es de seis a uno; mientras que la célula de la derecha tiene un volumen de 8 mm^3 y un área superficial de 24 mm^2, con una relación tres a uno entre el área superficial y el volumen.
La relación entre área superficial y
volumen es importante porque la membrana plasmática es la interfaz entre la
célula y su entorno. Si la célula necesita absorber nutrientes, debe hacerlo a
través de la membrana plasmática y, si necesita eliminar desechos, la membrana
es su única ruta.
Cada pedazo de la membrana puede
intercambiar solo una cantidad determinada de una sustancia en un periodo de
tiempo dado, debido, por ejemplo, a que tiene un número limitado de canales. Si
la célula crece demasiado, su membrana no tendrá la capacidad de intercambio
suficiente (área superficial, función cuadrada) para sostener la tasa de
intercambio que requiere su aumento en la actividad metabólica (volumen,
función cúbica).
El problema de la relación entre área
superficial y volumen es solo una de las múltiples dificultades planteadas por
un mayor tamaño celular. Al aumentar el tamaño, el transporte de materiales
dentro de las células se hace más tardado. Estas consideraciones ponen un
límite superior general al tamaño celular, en el que los eucariontes superan a
los procariontes gracias a sus características estructurales y metabólicas, las
cuales exploraremos en la siguiente sección.
Algunas células también usan trucos
geométricos para evitar el problema de la relación entre área superficial y
volumen. Por ejemplo, algunas células son largas y delgadas o tienen muchas
protuberancias en su superficie, características que aumentan el área
superficial en relación con su volumen.
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